Perros terapeutas

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Víctor, un niño de apenas 3 años de edad se mueve con dificultad, ya sabe lo que es ser operado de corazón. Padece crisis epilépticas que provocan desmayos y que cada cierto tiempo tenga la necesidad de acudir al Hospital Universitario La Paz. Él como muchos otros a pesar de tener una autodenominada "enfermedad rara" y una discapacidad del 44%, no deja de sonreír. 

Empieza a jugar con Maia y Sacha, dos perros mestizos de de unos cinco años, ayudado por Angélica (su madre). Estos perros actúan como motivadores para los niños en el proyecto 'Un perro, un niño feliz' y éste se está llevando a cabo por la Fundación Ana CArolina Díez Mahou. El proyecto tiene la finalidad de mejorar la calidad de vida de niños con enfermedades neuromusculares y mitocondriales, estas enfermedades en su mayoría son de origen genético. Sólo el 0,005% de la población española padece estas enfermedades. 

Al rato aparecen Paula y Sergio. La primera tiene dos años y daños cerebrales irreversibles; el segundo cuatro años y hipotonía. Empiezan a jugar con los perros que hacen de vínculo entre ellos y los terapeutas y conseguir así pequeños avances para el resto de las familias con niños sanos.


«Son enfermedades incurables y la rehabilitación es el único tratamiento efectivo en estos niños, lo único que les da alivio. Es importante conseguir financiación. Gracias a eso podemos contar con fisioterapeutas profesionales y con un espacio preparado para los pequeños», nos informa Javier Pérez-Mínguez (el director de ésta institución). 

La mayor parte de la población conoce el papel de los perros guías, sin embargo no tantos los que saben de su poder terapéutico. Un hecho que se remonta años atrás en la historia. 

Actualmente muchos estudios advierten de que la interacción con los caninos produce un aumento en endorfinas, oxitocina y dopamina, neuroquímicos relacionados con la felicidad y las relaciones afectivas. 


La especialista agrega que el perro es en realidad «un elemento multisensorial y muy motivador que hace que los objetivos se consigan de una manera lúdica». «Hay ocasiones en los que no establecen contacto visual con los terapeutas pero si incluimos al animal en la terapia, la situación cambia. Lo mismo ocurre con el lenguaje y el poco interés comunicativo que tienen. Sin embargo con Maia y Sacha despuntan», explica.

«Lo primero que hacemos son unas sesiones de valoración para tomar contacto con los niños y hacer una evaluación antes de ajustar los objetivos del programa a las necesidades de cada uno. Debemos ver el tipo de intervención, el nivel de aproximación que tienen hacia el perro o que motivación les surge. La acogida en general ha sido excelente», explica Jaramillo.

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